Asociación para a participación das mulleres

VALORES QUE SOSTIENE LA PROSTITUCIÓN

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VALORES QUE SOSTIENEN LA PROSTITUCIÓN (y 2)

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VALORES QUE SOSTIENEN LA PROSTITUCIÓN (y 2)

La legalización/despenalización de la prostitución NO supone un control de la industria del sexo. La expande. La legalización/despenalización de la prostitución aumenta la prostitución clandestina, ilegal, y la prostitución de la calle.

 

Los Gobiernos de varias Comunidades Autónomas se están planteando la posibilidad de legalizar la prostitución.  No es nada sorprendente que planteen esta posibilidad, si tenemos en cuenta los valores que siempre han sostenido la existencia de la prostitución y que a quienes beneficiaría tal legalización sería, sobre todo, a los clubes de alterne, a los clientes, al capital y a los Gobiernos.  Suponemos que nadie se engañará pensando que están preocupados por la denigrante situación a que se ven sometidas las mujeres en la prostitución, a juzgar por la escasa «preocupación política» que muestra habitualmente ante las graves situaciones de maltrato que viven las mujeres en su ámbito doméstico, que se agudizan con el dato actual de alrededor de cien mujeres asesinadas año.  Lo que sí sorprende es que el interés por superar la doble moral, sea la razón que confiesan precisamente quienes más la suelen practicar.   No se nos escapa la gran complejidad que encierra en la práctica la prostitución y los múltiples factores que hay que tener en cuenta para su análisis, pero quizá una primera pista para salir de la duda ante esta propuesta de legalización, es reconsiderar esos valores que, siempre y todavía hoy, la mantienen.  En la prostitución, la gran mayoría de las prácticas sexuales que se han dado a conocer, suponen la continuidad más retrógrada de la sexualidad animal, con perdón de los animales.  Los verdaderos protagonistas de la prostitución son los puteros, llamados por el comercio sexual, «clientes», los chulos, proxenetas, los clubes de alterne, las madames, las mafias… y sus valores se resumen en uno, priorizar el beneficio económico por encima de la dignidad humana, del cuerpo, del placer humano, para acabar justificando hasta el más denigrante comportamiento si les produce dinero. Son ellos, los mayores beneficiarios de este comercio, no las mujeres con las que mercan. Se suman así, a la gente que piensa que «si da dinero, todo vale», incluso las víctimas de este comercio llegan a pensarlo.  Uno de los valores que mejor define la prostitución es la conversión del cuerpo de las mujeres en una cosa, en manos de hombres que pagan un precio o lo reciben, para hacer lo que quieran con él. El uso que hacen de esta «cosa» supone la expresión máxima de la explotación de las mujeres.  Recordar las circunstancias más comunes en las que sucede, da pistas también para conocer los valores en que se sustenta.   Son ya conocidos los principales motivos que llevan a la gran mayoría de las personas, sobre todo mujeres, a prostituirse: la pobreza, la ansiedad por el dinero, las adicciones, la miseria y ansiedad sexual, la soledad, la represión sexual, la impotencia, las deficiencias personales en las relaciones, la ignorancia, el abandono, los complejos, las concepciones despectivas del cuerpo de la mujer y del hombre, la mísera y reducida visión de la sexualidad…  Las condiciones en las que se vive: oscuridad, clandestinidad, engaño, doble moral, desprotección para las mujeres, dependencias de los hombres, insalubridad, riesgos de daños físicos, psíquicos, económicos, violencia sexual, explotación económica…   Las consecuencias habituales: desprecio de las mujeres que se prostituyen y por extensión de todas las mujeres, mantenimiento de la situación de pobreza para las mujeres, enfermedades, en no pocos casos malos tratos y agresiones y a veces la muerte.   Teniendo en cuenta este conjunto de circunstancias, se puede afirmar que hoy no se llega a la prostitución desde la libertad sino desde la miseria sexual y desde la pobreza. Como dice Lidia Falcón «la miseria es una coacción tan efectiva como la pistola en la nuca.»  Y en este contexto, es difícil sostener afirmaciones como «no hay que asustarse, es una forma más de relación sexual» o «un trabajo como otro cualquiera», «si de ello se saca más dinero ¿por qué no?» o vender el tramposo y retrógrado planteamiento de la legalización de la prostitución como si fuera algo más «moderno» o liberal.  En este artículo queremos empezar a tratar la prostitución, como un producto de la falta de desarrollo humano de los hombres y de las mujeres, como una forma moderna de esclavitud. Y nunca la salida de una esclavitud es legalizarla.  Quedan en el aire muchas preguntas acerca de la mejora de las condiciones de vida de las mujeres obligadas a prostituirse hasta que ésta sea abolida, del serio respeto que se merecen estas mujeres, de las personas que supuestamente la eligen, de la libertad respecto a las formas humanas de vivir la sexualidad… pero estos serían objeto de otros artículos.Fdo.Parido Feminista – Alderdi Feministade Euskadi.

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