Asociación para a participación das mulleres

¿Por qué un estudio de los hombres feministas desde perspectiva histórica?

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Escrito por Jesús Espinosa Gutiérrez

Como es lógico y justo a su vez, el foco de análisis y reconocimiento del feminismo ha sido otorgado al papel de aquellas mujeres que desafiando al crudo contexto patriarcal de su época, lucharon por sus derechos y por la igualdad entre los sexos.

Las actuaciones de hombres a este respecto no han tenido el mismo tratamiento, quedando parcialmente diluidas dentro de la historiografía de género.

El feminismo académico en su lógico proceso de visibilizar de la mujer como sujeto histórico, injustamente borrado de las páginas de la Historia, y en la búsqueda de referentes feministas pasados, ha ido asentando, no sin dificultades y trabas de reconocimiento académico, un amplio abanico de investigaciones englobadas en los conocidos como los Women´s Studies. La emergencia de los Men´s studies no supone una contraposición a esta tradición feminista, sino un complemento a la misma, en lo que se va conformando como la perspectiva integral de género en este sentido, lugar al que todavía la historiografía, a diferencia de otras disciplinas de las ciencias sociales, no ha llegado.

A lo largo de la elaboración de mi tesis doctoral sobre discursos de hombres feministas en la Historia, he podido apreciar que, salvo excepciones muy contadas, el papel de los pocos hombres que a lo largo de la historia han tomado posiciones feministas, ha sido más discreto en lo concerniente a su radicalidad discursiva, a su originalidad teórica, y no menos en cuanto a su carácter movilizador en pro de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.

Desde nuestra óptica, la intención de una investigación sobre los discursos de hombres feministas a lo largo de la Historia sería la de llevar a cabo no solo una recuperación de su pensamiento y sus actuaciones, sino también la de analizar la especificidad que se materializaba a la hora de articular discursos feministas desde la masculinidad. De manera inevitablemente, los elementos propios de la masculinidad decimonónica (escasamente estudiados por la historiografía de género) estuvieron impregnados en aquellos discursos de varones que supieron superar parte de sus prejuicios patriarcales, estableciéndose a partir de aquí (de la comprensión de estas concepciones feministas de hombres) la apreciación de un juego de ambivalencias que discurrieron entre la modernidad y los arcaísmos a la hora de entender las relaciones de género, fundamentados en los ideales de masculinidad y feminidad tradicionales.

La insistencia en estos ideales fue recurrente en las propuestas de los feminismos de la primera ola, antes de que Simone de Beauvoir diese cuenta de aquello de “no se nace mujer: llega una a serlo”. Esta apelación a la diferenciación se acentúa en el caso de los discursos de hombres feministas, que no llegan a sobrepasar los límites de la reivindicación de derechos formales para las mujeres.
A pesar de que la masculinidad tradicional suponga una barrera tristemente decisiva para que el varón como sujeto no tome normalmente ni conciencia ni voluntad de acción en pro de la igualdad, “varón” y “feminismo” no son conceptos incompatibles, y la Historia da cuenta de ello. Siendo conscientes de las polémicas académicas y sociales sobre el binomio “hombre feminista” existentes, es importante considerar que resulta necesario analizar y profundizar desde perspectiva histórica un fenómeno de interesantes connotaciones identitarias y de género, tal y como ya se ha hecho en países como EEUU, Inglaterra en sus respectivas historiografías. Quizás la escasa tradición de feminismo masculino en España con respecto a otros países occidentales durante los siglos XIX y XX haya sido un importante condicionante a la hora de que la historiografía de género española no haya mostrado interés en esta temática. Los discursos solidarios y profeministas en los hombres fueron, a raíz de un contexto cultural estructuralmente machista y patriarcal, exóticos y poco comunes, y en consecuencia, poco visibles y atractivos para ser objeto de estudio.

Desde Condorcet, pasando por el padre Feijoo, Poulain de la Barre, John Stuart Mill, William Lloyd Garrison, Harold Laski, Bernard Shaw, Edward Carpenter o Laurence Housman, y en España intelectuales tales como Adolfo González Posada, Miguel Romera-Navarro, Santiago Valentí i Camp o José Francos Rodríguez son ejemplos representativos de hombres que lucharon o teorizaron sobre la igualdad entre los sexos. En España este tipo de discursos fueron desarrollados por hombres adscritos a culturas políticas del espectro de las izquierdas y progresistas, desde liberales y krausistas hasta republicanos, socialistas y anarquistas.

Sorprendentemente, en Inglaterra más de 1.000 hombres participaron en asociaciones en pro del sufragio femenino entre finales del siglo XIX y principios del XX. En principio, este número no parece muy elevado, pero en gran medida sólo debe representar a la cantidad de aquellos varones que tenían los recursos, el tiempo y el compromiso de convertirse en activistas organizados. En España este fenómeno de organizaciones masculinas sufragistas o en pro de los derechos de las mujeres no existió ni llegó siquiera a plantearse. La movilización, en este sentido, fue seguramente inexistente. Aunque sí hubo, como es bien conocido, una serie de iniciativas reformistas encabezadas por hombres intelectuales krauso-institucionistas y de clase media con el objetivo de mejorar la condición educativa de la mujer.
Siguiendo con ingletarra, la Men’s League for Women’s Suffrage, por ejemplo, fue fundada en 1907 por 32 hombres, la mayoría intelectuales de izquierdas, entre ellos el escritor pacifista Laurence Housman, el periodista y escritor Henry Nevinson, el miembro del partido liberal Charles Corbett, el periodista de izquierdas Henry Brailsford, el socialista Charles Mansell-Moullin, y el poeta y miembro del partido laborista Gerald Gould. Esta organización tenía la intención de luchar a favor del sufragio femenino y tuvo una labor propagandística importante, apoyando a la WSPU activamente. Un miembro muy activo fue el socialista George Landsbury, encarcelado por hacer discursos en favor de sufragistas que estuvieron involucradas en actividades ilegales.

En EEUU los varones partidarios del feminismo conformaron una corriente minoritaria (constituida por figuras tales como el revolucionario Thomas Paine, el abolicionista y reformador social William Lloyd Garrison, los también abolicionistas Frederick Douglass, Wendell Phillips y Parker Pillsbury, el poeta y humanista Walt Whitman, el sociólogo panafricanista W.E.B Du Bois, o el filósofo y pedagogo John Dewey) que fue constante durante dos siglos. Hombres que desde antes de la convención feminista de Séneca Falls ya reivindicaban unas mejores condiciones de vida y una serie de reformas en pro de la igualdad entre los sexos. En el siglo XIX hombres como el pastor abolicionista Thomas Wentworth, el físico y matemático Frederick A. P. Barnar o el abogado y filántropo Henry Fowle Durant reivindicaron en sus escritos reformas en pro de una educación para la mujer en iguales condiciones que la masculina. Incluso autores como el botánico Horace Mann o el lingüista y diplomático James B. Angell mostraron los beneficios de la coeducación.

Además de la igualdad educativa, estaba la independencia económica de la mujer a través de la libre elección de profesiones vedadas tradicionalmente a las mujeres. El cardenal James Gibbons es uno de los ejemplos de varones que predicaban con los beneficios de que las mujeres pudieran ejercer la medicina. Intelectuales como el socialista utópico Robert Dale Owen y el sociólogo y psicólogo social George Herbet Mead simpatizaban con la idea del derecho de las mujeres a ser independientes económicamente y a desempeñar trabajos alejados de los roles tradicionales.

Desde posiciones abolicionistas de la esclavitud muchos hombres estadounidenses defendieron una ampliación de los derechos políticos de la mujer y el sufragio femenino. El teólogo abolicionista Theodor Parker o el escritor, abogado y político republicano George W. Julian son algunos ejemplos. Posteriormente otros como William Lloyd Garrison, W. E. B. Du Bois lucharon activamente por el sufragio femenino. Otros llegaron incluso a organizarse, como en el caso del demócrata y líder sionista Rabbi Stephen Samuel Wise y del abogado masón Omar Elvin Garwood.
Otros norteamericanos tan famosos como Gore Vidal, Herbert Marcuse, e incluso el músico John Lennon, son ejemplos de hombres con posicionamientos feministas y/o alternativas al patriarcado.

Estas manifestaciones masculinas alternativas, aunque minoritarias y realizadas desde una posición privilegiada dentro del orden sexual por los hombres, son y han sido reales. Por eso entendemos que estos discursos construidos desde la masculinidad tienen un carácter específico dentro de los feminismos, por lo que uno de los objetivos de esta investigación sería también el de analizar de qué manera, y en que contextos, los hombres manifestaron dichas ideas y actuaciones relacionadas con concepciones de género poco habituales dentro de la identidad y la cultura masculina.

Un esfuerzo investigador en estas líneas planteadas en el presente artículo, sería una aportación interesante e inevitable al escasamente explotado ámbito de las masculinidades en la historiografía de género española, porque al estudiar el contenido de los discursos profeministas hechos desde la masculinidad, el análisis de la construcción de un nuevo ideal masculino a principios del siglo XX se antoja necesario, aunque sea de manera tangencial. Las masculinidades, como se ha destacado, es un campo historiográfico poco explotado tanto en España como en el extranjero, pero en otras disciplinas como la filosofía, la psicología, la sociología o la antropología han tenido un éxito mucho mayor.

Además, desde nuestra posición como hombres feministas y comprometidos por la igualdad, dentro o fuera de colectivos que luchan por destruir el modelo de masculinidad tradicional, coaligar nuestra perspectiva de género con la histórica nos hace comprendernos mejor a nosotros mismos como varones antipatriarcales. Entender a nuestros “antecesores” supone asentar aún más la idea de que el fenómeno de “hombres igualitarios” no se sustenta en un oxímoron, sino que esa aparente contradicción es producto del patriarcado, que como todo sistema de dominación crea privilegiados y opresores que normalmente se resisten a abandonar su poder.

Para contactar con el autor: jespinosa986@hotmail.com Esta dirección electrónica esta protegida contra spam bots. Necesita activar JavaScript para visualizarla

Doctorando en Historia Contemporánea en la Universidad de Cantabria

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